Tomado del libro “La Historia de las cosas: De cómo nuestra obsesión por las cosas está destruyendo el planeta, nuestras comunidas y nuestra salud, y una visión del cambio” de Annie Leonard, traducitdo por Lilia Mosconi. Páginas 28-31.
Probablemente reconocen a Annie por el video que realizó con el mismo título y del cual derivan otras historias como la de los electrodomésticos, cosméticos y agua embotellada. Más videos e información de Annie Leonard en EDT.
“ES EL CRECIMIENTO ECONÓMICO, ESTÚPIDO.
En líneas generales, el concepto de crecimiento económico se refiere a un incremento en la actividad económica total (comercio, servicios, producción, consumo: todo), que también implica un incremento en la cantidad de recursos naturales que se extraen del suelo, atraviesan la economía, se transforman en productos y regresan al suelo en forma de desechos. Dicho con sencillez, significa más. Más cosas! Más dinero. Tal como suena, crecer significa volverse más grande.
Ahora bien, el crecimiento económico debería ser un medio de valor neutral para alcanzar las metas reales: satisfacer las necesidades básicas de todos y crear comunidades más sanas, una mayor igualdad, energía más limpia, una infraestructura más sólida, culturas más vibrantes, etc. Durante mucho tiempo, el crecimiento contribuyó a esas metas fundamentales, aunque es importante recordar que a menudo requirió la explotación de unas personas por otras. Hace un siglo, cuando aún había vastas franjas de campo abierto, el modelo de crecimiento trajo caminos, casas, calefacción central y panzas llenas. Y así es la situación actual en gran parte del mundo. De hecho, tenemos suficientes cosas para satisfacer las necesidades básicas de todos los habitantes del planeta; el problema es que no están bien distribuidas. No nos faltan COSAS: lo que nos falta es compartirlas.
Gran parte del problema que enfrentamos hoy en día radica en el hecho de que el sistema económico dominante valora el crecimiento como meta en sí misma, por sobre todo lo demás.
Por eso usamos el producto interno bruto – el PIB- como medida estandar del éxito. El PIB computa el valor de losbienes y servicios que se producen anualmente en un país, pero omite algunas facetas importantes de la realidad. Para comenzar, no da cuenta de la distribución desigual e injusta de la riqueza ni presta atención al nivel de salud, satisfacción o realización de las personas. Es por esta razón que un país puede experimentar un crecimiento continuoa un ritmo del 2%, 3% sin que el ingreso de sus trabajadores se incremente en lo más mínimo durante el mismo periodo: la riqueza se atasca en un sector del sistema. Dave Batker, director de Earth economics y discípulo del destacado economista ecologista Herman Daly, compara el cálculo del PIB con el de un empresario que suma todos sus gastos y todos sus ingresos y luego los adiciona en un “número grande, mudo e inútil”. El tamaño del número no refleja en absoluto la situación real de la empresa.
Otro grave problema con el cálculo del PIB es que no se toman en cuetna los verdaderos costos ecológicos y sociales del crecimiento. Las industrias suelen tener permiso (tanto en el sentido de los permisos gubernamentales como en el de no cargar con la responsabilidad) para “externalizar los costos” , frase eufemística que los economistas usan para dedir que las empresas que se ocupan de producir y vender cosas no responden por los efectos colaterales que causan y ni siquiera están obligadas a monitorearlos.
El desarreglo es mayúsculo: mientras que el PIB incluye en la cuenta positiva las actividades que causan polución y cáncer (como las fábricas de pesticidas o de cloruro de polvinilo) y también las que limpian la polución y tratan el cáncer, no hace deducciones por los agentes contaminantes introducidos al agua o en el aire ni por la pérdida de bosques. En su libro DEEP ECONOMY, Bill McKibben da un ejemplo del mundo real que demuestra las falencias del PIB en la medición del éxito: en una renión africana, el jacinto de agua – una planta que no era autóctona – obstruía las vías fluviales desde hacia años, problema que los herbicidas no solucionaban. Más tarde se descubrió que el jacinto seco era un material excelente para cultivar hongos altamente nutritivos, y que cuando los hongos descomponían la celulosa de los jacintos se creaba un medio ideal para las lombrices de la tierra. Al digerir esta materia, las lombrices generaban un fertilizante de alta calidad, y luego servían de alimento para las gallinas.
Las gallinas ponían huevos, que a su vez servían de alimento para las personas, mientras que sus deposiciones podían usarse para alimetnar biodigestadores que producían energía, lo cual a su vez reducía la necesidad de talar bosques para conseguir leña en las ya deforestadas tierras de aquella región africana. Como esta solución implica una reducción de las transacciones monetarias – como la compra de fertilizante -, la medición del PIB en realidad indicaría una “disminución del crecimiento”. Sin embargo, cualquier observador que tenga ojos, cerebro y corazón verá con claridad que la solución basada en el ciclo del jacinto-hongo-lombriz-gallina es un auténtico progreso: saludable y sensato.
Para los poderes reales . los jefes del gobierno y la industria- la meta indiscutida de nuestra economía es el crecimiento del PIB, es decir lo que se conoce como “crecimiento”. El crecimiento como meta ha suplantado a las metas reales, las metas que el crecimiento supuestamente nos ayudaría a alcanzar. Y muchos hemos llegado a ver que la estrategia de centrarse en el crecimiento por el crecimiento mismo suele socavar las metas reales. Una enorme cantidad de factores que hoy en día se consideran pasos en dirección del “crecimiento” mina el producto neto de nuestra seguridad, nuestra salud y nuestra felicidad. A pesar de que el crecimiento avanza y a pesar de todos nuestros adelantos tecnológicos, científicos y médicos, hoy en día hay más hambrientos que nunca, la mitad de la población mundial vive con menos de 2,50 dólares por día y la inequidad de los ingresos aumenta dentro de los países y entre países.
La profunda e inquebrantable fe que nuestra sociedad deposita en el crecimiento económico se basta en el supuesto según el cual el crecimiento económico infinito es tan bueno como posible. Pero ninguno de estos dos predicados es verdadero. No podemos implementar un subsistema económico expansivo (sacar-fabricar-tirar) en un planeta de tamaño fijo por tiempo indefinido: en muchos frentes ya nos hemos acercado peligrosamente al límite de nuestro planeta finito. En consecuencia, el crecimiento económico infinito es imposible. Tampoco ha resultado ser, una vez satisfechas las necesidades básicas humanas, una estrategia para incrementar el bienestar humano. Después de cierto punto, el crecimiento económico (más dinero, más cosas) cesa de hacernos felices. Es decir, si todos lo pasáramos bien y disfrutaramos de tiempo libre, risas y bienestar, podríamos llegar a la conclusión de que valió la pena destrozar el planeta en pos del crecimiento. Sin embargo, la mayoría de nosotros no lo pasamos bien; lejos de ello, sufrimos de altos niveles de estrés, depresión, ansiedad e infelicidad.
Bien… ¿Listo para lo que viene? voy a decir lo siguiente: ésta crítica del crecimiento económico es una crítica de muchos aspectos del capitalismo tal como funciona en el mundo actual. Dije la palabrita: “Capitalismo”. Es el sistema económico que no-debe-comprarse.
Gus Peth, abogado y ex asesor presidencial, escribió en su libro “The bridge at the edge of the world” que “un ilemento inherente a la dinámica del capitalismo es el poderoso impulso de generar ganancias, invertirlas, innovar, y así hacer crecer la economía, típicamente a tasas exponenciales. Despues de muchas pesquisas y considerable renuencia, llegué a conclusión de que la mayor parte del deterioro ambiental es el resultado de fallas sistémicas del capitalismo que tenemos en la actualidad, y que la soluciones de largo plazo deben buscar el cambio transformador en las características principales de este capitalismo contemporáneo.”
No obstante, en Estados Unidos, aún no resistimos a mencionar este tema innombrable por temor a ser tildados de antipatriotas, poco realistas o dementes. En otras partes del mundo se reconoce ampliamente que algunos aspectos del capitalismo no funcionan bien para la mayor parte de la población mundial ni el planeta: se habla de este asunto abiertamente. Michael Cohen, profesor de estudios estadounidenses en la Universidad de California, dice que ello se debe a que en otros países se considera que el capitalismo es una entre muchas opciones, mientras que en Estados Unidos se le ve como una inevitabilidad.”
¿Podremos poner el capitalismo sobre la mesa y hablar de él con el mismo rigor intelectual que consideramos oportuno al analizar otros temas? ¿Podemos examinar las fallas del capitalismo sin caer en viejos estereotipos generacionales y sin que se nos acuste de “antipatriotas”? Negarse a hablar del asunto no elimina el problema. Creo que la mejor manera de honrar a nuestro país es señalar cuando ha extraviado su rumbo, en lugar de hacer silencio mientras empeoran muchos índices económicos, amibentales y sociales. Éste es un buen momento para indagar acerca de lo que podríamos hacer de otra manera y de lo que podríamos hacer mejor.”
Video del cual Annie tomó reconocimiento por su trabajo e investigación y la llevo a escribir el libro:
La Historia de las Cosas