Uno de los mecanismos más refinados y elementales de supervivencia fraternal: los embriones de tortuga se comunican antes de nacer para romper sus cascarones al mismo tiempo.
Un espectáculo natural largamente celebrado es el de decenas o cientos de pequeñas tortugas recién salidas de sus cascarones en frenética carrera hacia ese gran regazo materno, “plural irreductible”, que son las aguas del océano.
Sin embargo, hasta ahora era un misterio para los especialistas cómo las tortugas salían de sus respectivos huevos prácticamente al mismo tiempo. Ahora, de acuerdo con un estudio realizado por Ricky-John Spencer de la University of Western Sydney, parecer ser que las tortugas, aun en su etapa embrionaria, se comunican entre sí para coordinar la eclosión colectiva, en un esfuerzo fraternal y de algún modo prematuro que quizá no tenga parangón en toda la naturaleza.
Spencer ha estudiado durante varios años la especie Emydura macquarii, tortuga nativa del sureste de Australia, en la ribera del río Murray. Para esta investigación recolectó en 2003 docenas de huevos de esta tortuga, dividiéndolos en dos grupos que incubó unos a 25° centígrados y los otros a 30°. Después volvió a mezclar todos los huevos, encontrando que aun así abrieron al mismo tiempo.
Continuando con la investigación e intentado saber qué papel tenía la temperatura en este proceso, Spencer y su equipo repitieron esa primera prueba y llevaron paralelamente otra en la que incubaron otros dos grupos de huevos a 26°C. Una semana después de esto, todos los lotes se reunieron y, además, uno de los miembros del grupo — Jessica McGlashan— monitoreó la actividad metabólica de los embriones, en particular su ritmo cardiaco y sus emisiones de dióxido de carbono.
En este caso las tortugas rompieron el cascarón también al unísono, por lo cual Spencer y los demás piensan que es indudable que los embriones se comunican de alguna forma todavía ignorada que les permite ver la luz del mundo al mismo tiempo.
Por el momento piensan que esta comunicación prenatal podría encontrarse en las emisiones embrionarias de dióxido de carbono, por cuyo control podrían modificar los niveles de oxígeno en el entorno y manipular así la secreción de la hormona tiroidea, la responsable del desarrollo de los embriones: las tortugas más desarrolladas podrían aumentar sus niveles de emisión de CO2 para reducir el oxígeno y permitir así que las tortugas menos desarrolladas se emparejen en el crecimiento.
De confirmarse este descubrimiento y las verdaderas causas detrás del fenómeno, sin duda sería uno de los comportamientos más perfectos de cooperación mutua entre miembros de una especie, uno de los mecanismos más refinados y elementales de supervivencia fraternal de los que se tenga conocimiento.