En la actualidad, a medida que el avance tecnológico se hace más evidente, los billetes y monedas representan sólo el 3% de la economía de Suecia, comparado con el 9% en la eurozona y el 7% en EE. UU., según el Banco de Pagos Internacionales, organismo internacional de cooperación monetaria que agrupa a los bancos centrales del mundo. En esta nación los autobuses públicos ya no aceptan dinero en efectivo y un número pequeño pero creciente de empresas sólo acepta el pago con tarjeta.
Por un lado, quienes se oponen a la creciente economía digital aseguran que el sistema no mira por la gente de edad avanzada que reside en las zonas rurales y no tiene tarjeta de crédito o simplemente no sabe cómo utilizarla. Asimismo, los detractores creen que con esta economía los bancos son los mayores beneficiarios al cobrar alrededor de 5 coronas suecas (0,80 dólares) por cada transacción realizada mediante tarjeta de crédito.
Entre los defensores de “un mundo sin dinero en efectivo” se encuentra Björn Ulvaeus, ex miembro del grupo musical ABBA que considera que éste es un asunto de seguridad, especialmente después de que su hijo fuese víctima de robos en tres ocasiones. Ulvaeus aboga por una transición más rápida hacia una economía totalmente digital, aunque solo sea para hacerle la vida más difícil a los ladrones.
El impacto del descenso de la economía monetaria ya se refleja en las estadísticas relacionadas con la delincuencia. Tanto los asaltos a los transportes de seguridad como el número de robos a bancos en Suecia han disminuido considerablemente en los últimos años.
La prevalencia de las transacciones electrónicas y el consecuente rastro digital que dejan, también ayudan a explicar por qué Suecia tiene menos corrupción que países como Italia o Grecia donde el dinero se guarda tradicionalmente en una caja fuerte, dice el profesor de economía Friedrich Schneider, de la Universidad Johannes Kepler de Austria. La gente que emplea su tarjeta bancaria está menos involucrada en actividades de economía sumergida, dice el profesor.
Sin embargo, con el aumento de esta práctica no solo crecen los delitos cibernéticos y los casos de fraude a través de la Red, sino que también surgen problemas de privacidad debido al rastro electrónico que dejan las transacciones.